sábado, 13 de octubre de 2012

DÍA DEL JUEGO.



"El DÍA DEL JUEGO que quedó dando vueltas en mi cabeza"


En conmemoración de la fecha en que Argentina ratificó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, a través del Decreto 1436/2005, se celebró el 27 de septiembre, 
el Día del Derecho a Jugar.  





Por suerte, jugar no es sólo cosa de niños. El juego nos convierte en personas curiosas, abiertas al cambio, comprometidas, críticas, libres, creativas, positivas y alegres. Por ello debemos estimular la capacidad de Juego de los niños y jóvenes, pero también recobrar la nuestra.


Las estampillas formaron parte de mi vida desde la ñiñez, por eso acompañan a veces mis escritos. En esta ocasión comparto con ustedes:


Los juegos en la filatelia




































27 de septiembre, un día de participación y recuerdo activo. Un día para compartir juegos y risas. Emoción y sabiduría. Talentos y habilidades. Un día para que el resto del año no se nos olvide por qué jugar es un derecho para la infancia y una necesidad para toda la vida.

Recordemos que el derecho a jugar fue reconocido por primera vez, el 20 de noviembre de 1959 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó  la Declaración de los Derechos del Niño.

ALGUNOS SITIOS PARA VISITAR.

http://xn--derechosdelnio-2nb.com/declaracion-de-ginebra.html

http://www.margen.org/ninos/derecho4.html

http://www.escuelainizio.com.ar/derechos.htm

http://www.milmilenios.org.ar/declaracionuniversalDN1959.htm



Como los recuerdos acompañan mi vida, AHORA les cuento un poco acerca de:


¿A qué jugaba yo espontáneamente?

Jugaba a caminar siguiendo distintas formas imaginarias en el piso, a caminar sin pisar "las líneas" que separaban una balsosa de otra; a correr; a salticar hacia diferentes lados; a saltar, a saltar con una pierna, con otra y con las dos, a saltar la soga; a subir y bajar escalones, escaleras, declives, paredes bajas; a gritar al aire; a hablar con otros, a imitar voces; a arrastrar objetos; a armar trenes con sillas, banquitos, taburetes; a convertir en cama al sillón del patio; a ser cantantes, actrices y actores; a comprar y a vender; a hacer tortas de barro con flores; a "hacer" de padres, madres, hijos, tías, amigos, sacerdotes, monjas, maestras, alumnas, enfermeras que colocaban inyecciones o nebulizaban; choferes de autos; a disfrazarse; a ser diferentes animales salvajes, de granja o mascotas de las casas y a una gran cantidad de juegos más.

Ponía obstáculos en el patio, e imaginaba dragones, abismos, ríos, que debía atravesar. Lo que primero se iba formando en mi mente, al tiempo pasaba a formar parte de un monólogo en voz alta que siempre acompañaba mis juegos. Si bien estaba sola, siempre me sentía acompañada.

Otras veces jugaba con la pelota, haciéndola picar, rebotar, rodar, lanzándola y luego buscándola. También  la hacía picar mientras iba girando y hasta la convertía en una amiga.


Solía transformarme en objetos, como por ejemplo en distintos vehículos que acompañaba con sus correspondientes sonidos. No faltaban brujas, monstruos, soldados, corredores de carreras, caballeros y princesas.

A la infinidad de juegos que surgían espontáneamente en mí, les iba agregando elementos elegidos, tal vez, por interés derivado de algo que estaba ocurriendo en mi contexto.

Jugaba a vender pan, éste eran restos de recortes de madera que me regalaba el carpintero  que vivía en frente de mi casa, o bien ramitas de los paraísos del patio, que generalmente eran pesadas y vendidas como grisines, aunque no faltaron las veces en que las clasificaba por tamaño o longitud para jugar a  ofrecerlas como distintos tipos de pan. En aquel entonces se usaba mucho el papel para envolver, lo que hacía que yo utilizse el papel de diario que cuidaba mucho, no lo tiraba, sino que lo alisaba y lo guardaba para el próximo juego. Claro, mi tía madrina tenía una panadería que se llamaba "La Estrella" en calle Alberdi de la ciudad de Rafaela, y yo iba mucho a visitarla y a ayudarla!!

Y como último recuerdo en esta oportunidad, les cuento que las "bolitas" de paraíso, como así las llamaba, en potes con agua se convertían en aceitunas que iba a comprar con mi papá de Perasi, un almacén situado en diagonal a la Escuela Rivadavia en Boulevar Roca de Rafaela. 





El de la gorra es mi papá jugando,
él nació en 1922


Mi hermana jugando con la moto y yo
estoy en el cochecito






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